domingo, 21 de junio de 2015

Por qué no ir a un bar de moda



  Me ocurre casi a diario, y creo que a todos, que el celular vibra con cientos de mensajes. Si depuramos los grupos innecesarios de Whatsapp, probablemente nos queden entre 3 y 5 conversaciones con contenido "real". Dije que casi a diario porque voy a omitir los lunes y martes, un poco por comodidad, otro poco por ser los días más abucheados de la semana. De los pocos mensajes recibidos, los que de mi lista importan son seguro uno de mamá o de papá (aunque nunca de los dos juntos), algún ocasional compañero de trabajo, y el infaltable mensaje de uno de los integrantes de mi grupo de amigos en Whatsapp: -Che, fijate en el grupo. ¿Adónde querés salir hoy?-. Y claro, la mayoría de esos "cientos de mensajes recibidos" que en primera instancias sonaban ostentosos, están en ese grupo con amigos donde se debate si ir a tal o cual bar, en torno a cual grupo femenino acude ese día. Si el objetivo de esa noche es ir a imponer presencia y demostrar algo que no es del todo seguro de qué estamos hablando, el grupo debe acudir a un bar céntrico o aledaño que reboce de gente, con sillas extra en todas las mesas, personas de pie que no dejen caminar, que no haga reservas previas y en donde no se pueda entender ni una sola de las palabras dichas, pero todas ellas serán respondidas con una estruendosa risa. En dicho bar, que no hemos elegido porque hay factores externos (que no nos incluyen) que nos hacen ir: llamémoslos amigos, mujeres, moda, tendencia, publicidad o no ponernos en el trabajo de elegir dónde realmente tenemos ganas de salir, tampoco seremos libres de elegir qué queremos tomar, porque solo hay una marca de cerveza fría, y si queremos comer algo que no sea una picada, tendremos que atenernos a la hora y media de espera -avisada- que tiene la cocina. Finalmente las noches de miércoles, jueves, viernes, sábados y domingos saldremos. Solo porque no hemos caído aun en el mayor ámbito de influencia de la noche sobre nosotros es que no saldremos todas estas noches todas las semanas (por ahora). Nos sentaremos 6 amigos en una mesa para 4 y tendremos que acomodarnos, tomaremos la única cerveza semi-fría sobrante, y comeremos la picada sin aceitunas, porque se acabaron. Algunos de los amigos fuman, así que en la populosa vereda apenas si se ven pasar torsos.

  Casi al final la noche parece perdida, pero un ápice de esperanza se acerca con las ventanillas a medio abrir. ¡Son las chicas! Una de ellas, sentada en el asiento del acompañante, saca la un antebrazo lleno de pulseras y agita la mano a modo de saludo. El auto gira en la esquina y las luces rojas se pierden entre el tumulto.

 Pero listo, ya está, las chicas nos vieron. Valió la pena....