domingo, 10 de noviembre de 2013

Lluvia desde adentro



¿No es hermoso ver la lluvia desde adentro? Y no estoy hablando solo de la lluvia, hablo del sentimiento de refugio que crea el estar adentro cuando llueve y ver la lluvia por la ventana, hablo del frío que sentimos con solo acercarnos al vidrio de la ventana y lo empañamos con nuestro aliento, hablo de que estamos aislados del resto del mundo y tenemos un tiempo exclusivo para nosotros mismos.
La lluvia nos hace reflexionar. Cuando llueve, si vivimos en un lugar como Tucumán (donde la lluvia no abunda todo el año), es tiempo de sentarse a mirar el agua caer desde el cielo, y dejar volar el pensamiento. Y la imaginación. Y ver adonde nos lleva... El agua hace un sonido sumamente tranquilizante cuando toca el piso, es relajante; y humedo, aunque lo es todavia más cuando estamos bajo el agua, y no solo contemplandola, jajajaja. Una de las cosas que podemos ponernos a pensar es en la famosa frase de "no esperar a que pase la tormenta, sino aprender a bailar bajo la lluvia"
Hablando de tormentas, amo las tormentas. Si, de esas con truenos que hacen temblar el mundo y relampagos que iluminan el universo. Se siente el poder de la naturaleza sacudiendonos, y en muchos casos (me gustaría decir que todos, pero no es así), el poder de la Humanidad se contrapone y le hace frente, y gana. Esta victoria está implícita en las casas que nos protegen del agua, en los canales que impiden las inundaciones, y en el maravilloso artefacto que es el paraguas. Aunque claro, está también el caso de que toda madre grita alguna vez "corran, corran, la ropa está en la soga". Es una victoria a medias, y me alegra que asi sea, sino la lluvia dejaría de venir, y me entristecería.
La lluvia nos hace hablar bajito. Espero no ser solo yo, pero cada vez que llueve, bajo el tono de la voz, no se por qué. Quizá tenga que ver con lo que dije recien sobre estar aislados del resto del mundo, solos, y no hace falta que lo que decimos llegue muy lejos, o no queremos que la lluvia nos escuche. En mi caso, si no quiero que la lluvia me escuche, es solo para no espantarla.
¿Por qué siempre que me paro a ver la lluvia estoy de brazos cruzados? Para esto no tengo respuesta, pero es un acto casi reflejo a las grandes tempestades de la naturaleza que tienen que ver con el agua. Se me ocurre que es una posición de defensa, aunque claro la única defensa posible de cruzar los brazos respecto de la lluvia es psicológica, o quizá emocional, porque hasta donde yo se, cruzar los brazos no evita mojarse...
Cuando llueve hay una nostalgia (¿o es romanticismo?) en el aire, una sensación única, y que yo amo. Es estar frente a algo que es mayor que nosotros. Quizá sentimos impotencia, o resignación, o muy probablemente nos alegre tener un hogar.
Por cierto, también amo el cielo de pre lluvia, las nubes grises cubriendo todo el cielo, tramando algún plan secreto. Van y vienen por todas partes, el viento las lleva. Quizá también tiene que ver el viento con mi amor por la lluvia. Porque amo el viento, como bien indica el nombre de este blog, jaja.
Para terminar con mis consideraciones del día sobre la lluvia, cuento dos anecdotas sobre la lluvia en la calle, porque muchos dirán que la lluvia solo es linda cuando estás en casa.
Una vez (y muchas más después de esa), estaba en el centro y empezó el viento de pre lluvia, calculé el tiempo para no mojarme, pero lo hice mal, y en medio de mi salida ma agarró la lluvia. Primero caminé más rapido, evitando las primeras gotas, que si son molestas, pero después me resigné a que llovia y yo estaba en el centro sin paraguas, y disfruté mucho del agua que caía. Por supuesto que llegué a casa todo mojado, y casi me resfrio, además de que las cosas que había comprado también se mojaron y bien que me costó secarlas, pero valió la pena. El agua cayendo sobre la piel es una sensación hermosa, hay que aprender a valorarla.
Estaba en Paris, quizá la ciudad más visitada del mundo. Comenzó a llover, y si bien había miles de turistas más a la vuelta, instantaneamente me sentí solo, parado frente al Palais des Glaces, seguro que si alguien miraba desde el cielo, habría notado que donde antes había personas, ahora había manchas negras (los paraguas desde arriba), y una vez más, el único sin paraguas era yo. Por supuesto que volví a mojarme, pero fue inigualable estar parado al lado de la estatua de Churchill y sentirme solo en medio de tanta majestuosidad. Cualquiera camina por esas calles bajo la protección del sol, pero mi consejo es hacerlo bajo la lluvia, porque ahora no recuerdo muchas de las esquinas de la Ciudad de la Luz, pero una de las que nunca olvidaré es esta, y si... estaba lloviendo.




Consejos para un día de lluvia:
- Sentarse a mirar la lluvia, y pensar...
- Leer un libro. El que sea, pero mejor uno de cuentos, o una novela.
- Salir a caminar, y mojarse... (o para los más rígidos, llevar un paraguas).
- Ver un película vieja. Es bueno para resaltar esa nostalgia de la hablo.
- Jugar a un juego de mesa. Con poca gente, si es posible.
- Escribir algo.... un cuento??

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